martes, diciembre 07, 2010

Si me quitan la venda, abriré los ojos

Esta mañana se han consumado los pronósticos y Julian Assange, un tipo listo, se ha entregado a las autoridades del estado más garantista posible. Se le acusa, según todos los indicios falsamente, de agresión sexual en Suecia. El motivo esgrimido es irrelevante, bien podría haber sido por una multa de tráfico en Bruselas o por escupir un chicle al suelo en Singapur. La verdadera causa es de todos conocida, es la cabeza visible de una rebelión ciudadana que, valiéndose del vigoroso impulso que da el conocer la información no revelada oficialmente, ha puesto en jaque la parafernalia que usa el poder para justificarse a sí mismo. Lo manifestado hasta ahora por Wikileaks no es más que la punta del iceberg de toda la podredumbre que invade los entresijos del poder gubernamental y corporativo que nos atañe. Assange no es Robin Hood, ni creo que pretenda convertirse en mártir de ninguna causa, sólo es alguien que nos está diciendo que, como ciudadanos libres y soberanos, disponemos de unas prácticas herramientas para intentar subvertir el deseo de quienes nos gobiernan por conducirnos hacia unos derroteros de adocenamiento semejante a la distopía orweliana de "1984", donde quienes mandan cuentan la historia que conviene escuchar a una aborregada audiencia feliz.
De algún modo la suerte de Assange y de su organización nos incumbe a todos, la libertad está siempre en entredicho.

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